miércoles, 22 de octubre de 2008

Fomento del lenguaje

Recomendaciones a los padres:

  • Hablar al niño tan a menudo como sea posible, sobre todo cuando esté haciendo actividades atractivas para él.
  • Buscar las actividades conjuntas.
  • Elegir algo novedoso para hacer.
  • Comportarse de forma novata
  • Evitar dar órdenes al niño, preguntarle qué hay que hacer.
  • Hablarle de cosas que el niño tenga cercanas.
  • Mantener un intercambio comunicativo iniciado, marcar turnos de intervención.
  • Hablar despacio y de forma clara
  • Utilizar los momentos necesarios para la regulación del comportamiento infantil.
  • Incluir mayor número de peticiones de información que de acción., estimular el uso del lenguaje del niño.
  • Recordar con el niño hechos divertidos que ocurran.
  • Ser flexibles con las respuestas incorrectas.

lunes, 6 de octubre de 2008

UNO DE CADA CINCO NIÑOS NECESITA LOGOPEDIA

¿Por qué mi hijo no habla bien?

Muchos niños padecen trastornos del lenguaje que les impide desenvolverse con soltura en el colegio o relacionarse bien con sus amigos y eso puede marcarles de por vida. La solución está en dar al problema la importancia que merece y saber prevenir esas alteraciones del habla antes de que sea demasiado tarde.
La mayoría de veces, cuando el habla de nuestro hijo no es todo lo fluida que debiera, solemos defendernos respondiendo que es más avispado para otras cuestiones y restándole importancia. Pero en la mayoría de los casos -salvo que exista alguna alteración física que lo impida- los trastornos del lenguaje son problemas que se pueden y se deben resolver y, por supuesto, prevenir.

LO MÁS HABITUAL
Se calcula que uno de cada cinco niños entre 2 y 5 años tiene problemas de lenguaje, pero no todos los niños que hablan mal pecan de lo mismo. Son muy diversos los problemas que se pueden presentar, aunque los más frecuentes son:
"La dislalia es el trastorno del lenguaje más frecuente en los niños y normalmente no se le da importancia. Consiste en decir mal uno o varios sonidos e incluso puede llegar a darse la situación de que lo que dice el niño sea totalmente ininteligible, es decir, imposible de comprender. Para poner un ejemplo, cuando un niño de más de 4 años, en lugar de "terror" dice "telol" o en lugar de "pera" dice "pela", tiene dislalia".
Este trastorno también se da en el caso, menos frecuente, de que el niño olvide pronunciar un determinado sonido (por ejemplo "venana" por "ventana").

EL RETRASO EN LA APARICIÓN DEL HABLA.
Cuando se da esta circunstancia, algunos padres se suelen mostrar muy preocupados. Es preciso aclarar que este trastorno no implica ningún retraso intelectual. Un niño de 2 años puede no decir una palabra y, sin embargo, ser muy inteligente. De todas maneras, es preciso estimular al niño para que el proceso de aprendizaje sea el correcto. Hacia los 12 meses, el niño debe ser capaz de decir algunas palabras, aunque entonces sí es normal que las pronuncie de manera incorrecta. A los 4 años, debe haber aprendido a decir bien todos los sonidos y, si no es así, es preferible que consultes a un buen especialista.

EL TARTAMUDEO
Suele aparecer entre los 3 y lo 4 años. Aparentemente todos los niños del mundo tartamudean; unos lo hacen repitiendo alguna palabra o sílaba y otros haciendo una pausa entre una palabra y otra, pero en ellos no tiene por qué ser algo permanente como ocurre con los adultos, simplemente forma parte de una de las etapas evolutivas del niño. En muchos casos el niño tartamudea cuando se da cuenta de que tiene poder verbal, cuando pidiendo algo se lo conceden sin ponerle pegas, y en realidad eso le provoca un susto, una sorpresa. El mejor tratamiento de ese tartamudeo infantil es no darle importancia. No hay que darle ninguna consigna, ni siquiera decirle al niño que hable más despacio, que piense lo que va a decir antes de hablar o que evite tartamudear, porque, al hacerlo, el niño será consciente de su problema y le costará más superarlo. Cuanto menos importancia se le de, más deprisa desaparecerá el trastorno. Si no es así, entonces sí será necesario comprobar que no se trata de algo permanente". Si el niño deja de hablar de manera repentina e inesperada, si el retraso en el lenguaje es muy evidente o confunde gran parte de los sonidos, pudiera ser que la causa fuera más grave e incluso que existieran problemas psicológicos, neurológicos o físicos serios. En estos casos, la ayuda de un especialista se hace indispensable.


EL LOGOPEDA Y TÚ
En ocasiones, y aunque la intervención del logopeda pueda ser muy recomendable, también en casa y teniendo en cuenta las siguientes recomendaciones podrás evitar o superar a tiempo éstos y otros trastornos similares en tu hijo:


* No le corrijas constantemente. Si lo haces, cogerá miedo a hablar y dejará de hacerlo, es preferible que más tarde tú repitas correctamente -y dentro del contexto de una frase- la palabra que él ha dicho mal. Le servirá de ejemplo.
* No le interrumpas mientras habla, dale tiempo para expresarse y espera al menos dos segundos antes de contestarle.
* No le exijas que repita lo que ha dicho o que comience de nuevo, porque eso le desanimará.
* Hablarle y explicarle cosas es muy positivo, pero aún lo es más escucharle y hacerlo relajadamente, aunque repita frases o palabras.
* Reflexiona sobre tu manera de hablarle. Si lo haces muy deprisa y sin pronunciar bien algunos sonidos, tu hijo hablará del mismo modo.
* Procura que más allá de los 12 meses no lleve chupete. Ve quitándoselo de manera progresiva:
Cuando nacemos, succionamos porque estamos inmaduros neurológicamente y en esa acción la lengua no se mueve casi nada, únicamente hacemos un cambio de presión en ella cuando tragamos. A los siete u ocho meses hay que introducir los sólidos para obligar a la lengua que tenga mayor movilidad y así, al engullir los alimentos sólidos, el niño irá adquiriendo las pautas para articular los sonidos de nuestro código fonético. Si el niño mantiene durante mucho tiempo el biberón, el chupete y las papillas, se retrasará en el lenguaje. Por supuesto, no todos los niños que usan chupete más allá de los 24 meses tienen problemas en el lenguaje, pero en ellos hay más probabilidades de que así sea. La permanencia de estos hábitos infantiles no solo es negativo para el desarrollo lingüístico del niño, sino que algunos expertos aseguran que tenderá a comportarse de manera infantil más allá de lo que se considera normal.
En ocasiones, que tu hijo no hable bien puede deberse a problemas en el oído y a que no sepa discriminar correctamente los diferentes sonidos. Por ello, antes de probar soluciones más drásticas es recomendable que te asegures a través de un especialista de que se audición es perfecta.


SI LE HABLAS SERÁ MÁS INTELIGENTE
Desde el momento en que nace, e incluso cuando todavía se encuentra en el seno materno, es de suma importancia que hables a tu hijo. Además de que los lazos afectivos se estrecharán, el niño aprenderá a asimilar los sonidos de su lengua natal. Pero aún hay más: algunos estudios aseguran que, el primer año de vida, escuchar conversaciones forma la mente y hace al niño más inteligente. Conseguirás estimular sus reflejos, que tenga mayor rapidez mental, más capacidad para el aprendizaje rápido y más potencial para asimilar y recordar lo aprendido.
Ya sabes, si quieres que sea inteligente, háblale.

Lluïsa Cabré. Texto: Charo Sierra

jueves, 2 de octubre de 2008

Cuando el profesor admira a sus alumnos

La inteligencia emocional, entendida como manera de conocer y controlar las emociones de forma inteligente, puede ser aplicada para proporcionar al niño recursos que le ayudan a resolver problemas y, a la vez, le dota de una buena herramienta para su vida escolar y social.


Es además especialmente útil con niños que presentan trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Estos alumnos, que suelen presentar un buen rendimiento académico, tienen dificultades para permanecer sentados y atentos en una sesión escolar, lo que dificulta el rendimiento propio y el de los demás compañeros.
Cuando en el colegio nos encontramos con uno de estos casos, nuestro punto de partida es hacerle consciente de las situaciones de falta de control para que se implique en mejorarlas. Le proporcionamos una serie de ayudas para evitar en el aula situaciones tensas por su mal comportamiento. Algunas consisten en permanecer de pie durante una explicación, o dar un paseo por el centro antes de volver a su actividad escolar, o encomendarle pequeñas tareas de responsabilidad, como dar un recado a otra clase o repartir circulares de una excursión. Todo ello hace posible que, de forma paulatina, controle sus deseos irrefrenables de moverse sin parar. Lo anterior, unido a un registro diario en el que el niño anota sus logros y errores, y la aplicación de los refuerzos positivos correspondientes (premios), hacen posible que el niño alcance el objetivo propuesto: favorecer una actitud adecuada dentro del aula, evitando la sensación de estar sometido a la tortura de permanecer quieto durante algún tiempo, dándole la oportunidad de sentir la satisfacción de poder controlar sus impulsos.
La experiencia nos demuestra que las técnicas basadas en la inteligencia emocional funcionan. También resulta muy útil ante los alumnos con dificultades de relación y escasas habilidades sociales. Estos niños tienen en ocasiones un comportamiento agresivo con algún compañero, o golpean algún elemento del material común. Estas actitudes son corregidas progresivamente pidiéndoles que cierren los ojos y visualicen la escena detalladamente unos minutos después del incidente. En alguna ocasión el alumno ha roto a llorar ante la toma de conciencia de la situación que había provocado. A continuación, les pedimos que verbalicen la sensación que hubiesen experimentado en la persona del niño agredido, es decir, cómo se hubiesen sentido ellos mismos en esa situación si ha hubiera provocado otro compañero. Finalmente, la descripción de la forma en que podía haberse resuelto la situación de otro modo suele convencer a nuestros alumnos de la necesidad de controlar esas situaciones. Esta estrategia es utilizada durante algunos meses, después de los cuales sus actitudes mejoran significativamente hasta prácticamente desaparecer. Por todas esas razones nuestro colegio fomenta la buena gestión de la inteligencia emocional como una filosofía de vida.
Estamos a principio del curso escolar y quienes trabajamos en la docencia sabemos lo que significa: preparación de aulas, elaboración de material para la primera semana, ajuste de las secuenciaciones, reuniones con padres de alumnos nuevos...un sin fin de tareas que nuestro cerebro debe priorizar aunque alguna se nos quedará por el camino. A pesar de ello hemos buscado tiempo para algo aparentemente menos urgente pero importante: la formación. Y el tema tratado en la última de nuestras jornadas de formación ha sido la inteligencia emocional. Nos venimos planteando desde hace unos años que no podemos trabajar con los alumnos y enseñarles un concepto de algo que nosotros no conocemos. Todavía hay personas que no conocen la automotivación, la empatía o las habilidades de relación. Los profesores necesitamos saber cómo se gestiona todo ello para transmitirlo a los alumnos.
Hemos aprendido la importancia de la gestión y el dominio de la actitud: hacia nuestros compañeros, nuestros alumnos, las familias de nuestros alumnos; nos ha sorprendido comprobar que podemos variar nuestra actitud, que nosotros somos los que controlamos nuestro estado, que éste es fruto de una elección. ¿Hay algo más gratificante que escuchar a un profesor contar con pasión y armonía cuánto le emocionan sus alumnos? ¿O a aquel que siente admiración por sus alumnos? Nuestros escolares están obligados a pasar en nuestras aulas al menos seis horas de su día. El regalo que merecen es una buena gestión de la inteligencia emocional por nuestra parte.
Paloma Sanz, directora de proyectos del colegio Ramón y Cajal de Madrid.